Apunta el autor acerca de cómo, en los últimos años, los medios y aquellos que los gobiernan, han inculcado la idea de que es políticamente incorrecto afirmar que la delincuencia es, o hace tiempo que era, un problema relativamente bien gestionado, que si bien puede alarmar mucho, tiene un impacto no muy alto en la sociedad y que son las medidas a medio y largo plazo las que terminaran de definir una política criminal destinada a minimizar su impacto, ya que el crimen no puede ser erradicado por completo.
Esta opinión, compartida por la mayoría de profesionales que han hecho del estudio del crimen su ciencia, es cada vez más olvidada a favor de discursos mucho más vehementes de demonización de los criminales su castigo y su control a corto plazo. Olvidando ya por completo el hecho de que mientras haya seres humanos habrá normas, y mientras haya normas habrá quien las infrinja.
Para terminar con este tema, hacer eco meramente de las palabras del autor en el capítulo V de su obra en el que habla de cómo las penas son cada vez más motivadas por la venganza y por tanto menos proporcionales y el hecho de que se ignora sistemáticamente cualquier información contraria aportada por la ciencia, apuntando hacia el bajo compromiso políticos con los verdaderos problemas sociales y la obsesión de estos por su supervivencia electoral como la principal causa.
¿Qué efecto tienen unas y otras políticas sobre el crimen concreto? Este, sin duda uno de los temas más importantes en relación a la evolución de la criminalidad que se tratan el ensayo, es extensamente desarrollado por el autor.
Si bien tal y como dice el autor el castigo es necesario, debe ser aplicado en su debida medida. Esto es así ya que las medidas de carácter punitivo aumentan la aversión social de quienes las sufren, si bien son populares entre quienes no las sufren y sus efectos, esencialmente de popularidad, son inmediatos, si bien cono se ha demostrado escasamente efectivos a la hora de prevenir o reducir la delincuencia a medio y largo plazo.
Por el contrario las medidas basadas en la socialización han demostrado fomentar la solidaridad y el agradecimiento respecto de la sociedad en los casos en que es efectiva y absolutamente nada cuando no lo es, sus efectos se miden en el medio y largo plazo, fuera de la esperanza de vida política de quienes deberían aplicarlas, y ayudan a interiorizar las normas y la necesidad de su cumplimiento en la psique del sujeto en cuestión.
El hecho científico es, en cualquier caso, que existe una relación directa de inversa proporcionalidad entre educación y delincuencia, y que los entornos en los que se fomentan esta misma, unidas a la idea de apoyo y solidaridad las que crean sociedades o grupos sociales más cohesionados y, en cualquier caso, menos conflictivos.
Sobre este tema concluir que, aún cuando lo anterior es cierto, y tal y como nos cuenta el autor, se debe vigilar siempre de no caer en un sistema de apoyo inocente y absurdo que peque de todo lo contrario de lo que se denuncia al sistema actual. En todo es necesaria la mesura.
Por último destacar, por lo cercano de mi propia postura con respecto del tema, el ataque del autor contra los clichés relativos a la violencia de género, si bien no sería prudente embarcarse en mayores dialécticas por el momento, si quisiera citar y adscribirme a la crítica contra la idea de que la mujer es incapaz de herir, la idea de que le varón, debido a su fortaleza física es más susceptible de cometer abusos, aún cuando las encuestas de victimización y los estudios concretos han demostrado que las tasas de violencia tanto física como psicológica son muy parecidas, con muy pocos comportamientos que puedan ser asignados a un género. También, y esta opinión es estrictamente personal, la perversión que supone el convertir una ley de violencia doméstica que pretendía hablar de que es más terrible que haya violencia dentro de las propios hogares en una ley de la denominada violencia machista, que culpabiliza al hombre por el hecho de serlo biológicamente, hasta el punto en que las parejas homosexuales, sin hablar de los hombres heterosexuales, han perdido la capacidad de ser debidamente defendidos ante el primer, y por mí compartido, concepto.
En conclusión, en Intolerancia cero el autor Santiago Redondo Illescas nos presenta un discurso cercano y comprensible en el que ataca la tendencia punitivista y de presunción de culpabilidad, a través de los controles exhaustivos generalizados, y nos muestra, no sólo las deficiencias del sistema actual, si no también la existencia de una clara alternativa y los datos científicos en uno y otro sentido.
Tienes razón, el herrado debes ser tú. Mira, ya no he seguido leyendo…