Personalmente, sobre el tema de los gobernantes y la vendetta opino que el vulgo quiere venganza, y la turba sangre, los grupos humanos tienden a la crueldad con aquello que es diferente, y quieren diferenciarse de aquello que se considera inmoral o enfermizo. La sociedad no quiere que se reintegre a nadie, no quiere saber nada de socialización ni de comprensión, lo único que busca es acallar la voz de la culpabilidad con la sangre del último culpable. Es decir que, en mi opinión, la sociedad, consciente de que no ha cumplido con su obligación al educar, formar, y hasta cierto punto controlar al, por llamarle de alguna manera, protocriminal, se ensaña con el criminal de hecho para poder seguir ignorándonos los unos a los otros, y hacer las paces con todos aquellos que piden venganza por televisión, o en cualquier otro medio, con el fin de “compensar” el daño hecho.
Me permito sin embargo hacer mías las palabras de la doctora en psicología Noemí Pereda Beltrán cuando nos dijo, en aquel caso haciendo referencia a las víctimas de abusos sexuales adultos e infantiles, que la mayoría, la amplia mayoría de las víctimas, lo que desean es seguir con sus vidas, dejar el episodio atrás y curarse, que son los terceros, desde los familiares hasta la propia sociedad, pasando por vecinos, diferentes grupos de presión politizados, y demás, los que buscan venganza.
Todo esto por supuesto sin tener en cuenta el proceso de revictimización al que son sometidas las auténticas víctimas, acosadas por los medios, interrogadas, compadecidas, y estigmatizadas hasta la saciedad, e incluso más allá, y que a menudo pasan a quedar etiquetadas como víctimas para el resto de sus vidas, siendo esto más cierto cuanto más famoso, o mejor dicho, mediático, es el caso en cuestión. Y mi pregunta es ¿Cómo ayuda la sociedad de este modo, si es que pretende ayudar en modo alguno, a la víctima, en su objetivo de seguir adelante con su vida?
Sobre los argumentos empleados poco se puede decir, puesto que, estando avalados por la ciencia, son ciertos hasta que surja una hipótesis más acertada, o nuevos datos que la desacrediten. La punición in extremis ya ha demostrado generar reacciones opuestas y contrarias a la voluntad de los opresores. No en balde son las acciones de opresión previa a la caída de los grandes dictadores, históricamente de carácter monárquico, los que terminan por precipitarla y hacer imposible optar por un camino conciliador.
A cerca de la intolerancia cero, en mi opinión no es sino otro buen concepto con un nombre equivocado que ha sido utilizado con fines políticos y populistas, si es que existe otro tipo de fin político, hasta pervertirse y perder todo su significado, que era en origen bienintencionado. Hay que intervenir lo antes posible para evitar las escaladas y las carreras criminales, desde luego, el cómo ya, es, con perdón del coloquialismos, harina de otro costal.
Como nota negativa, pues ni existe la perfección, ni, como en este caso, se puede agradar a todos, el carácter demasiado coloquial, en exceso divulgativo del redactado, si bien es una característica que permite acercar un libro que tiene precisamente el fin de resultar divulgativo y apto para todos aquellos no versados en la ciencia criminológica es una característica, desde mi perspectiva, si bien no reprobable, si perturbadora. En segundo lugar el tono en demasía aleccionador y partidista de la obra, aún cuando es la intención del autor la de promover las intervenciones de carácter socializador frente a las de carácter punitivo. No pude evitar durante toda la obra el sentirme guiado cual oveja por su pastor, la ausencia de críticas o de la exposición de los defectos y peligros del método propuesto supone, en mi humilde opinión, una falta de confianza respecto de la inteligencia del lector, que si bien comparto para el público general al que se dirige la obra, me incomoda a título particular.
Concluyendo y resumiendo mis opiniones personales, comparto la mayoría de las ideas del libro sin reticencia ninguna, en la medida en que están respaldadas por pruebas fehacientes y en que si bien no soy, si aspiro a ser, un hombre de ciencia, no así sin embargo el enfoque optimista y esperanzado del autor, que si bien encomiable, no se ajusta en absoluto a mi personal y probablemente errónea visión de la raza humana.
Tienes razón, el herrado debes ser tú. Mira, ya no he seguido leyendo…