Durante las siguientes semanas Ekaterina hizo honor a su fama. Varios responsables del equipo sanitario que habían estado vendiendo bajas al mejor postor desaparecieron sin dejar rastro, probablemente sometidos a un consejo de guerra, los turnos debían cumplirse con un margen de error de dos minutos y medio, los dormitorios se inspeccionaban con regularidad y por sorpresa para localizar posibles artículos de contrabando y los paquetes entrantes y salientes se inspeccionaban con meticulosidad antes de ser entregados o, en su caso, enviados fuera de la base. Nunca había visto, en el tiempo que llevaba en aquél, lugar tanta eficiencia ni tantos ricos con caras largas. El lado positivo fue que para quienes no teníamos apellido los turnos dobles y las irregularidades en los horarios se redujeron hasta casi desaparecer, siéndonos además abonadas las horas extras realizadas antes de su llegada y, mucho me figuro, descontadas de quienes no hicieron sus turnos. En conclusión, algunos estaban mucho más descontentos con su estancia allí, pero la mayoría estábamos contentos de aquél cambio, de la infelicidad de los descontentos, y de verles arrestados cada vez que no cumplían con los horarios o sus obligaciones.
-¡Por la comandante Alexeyeva!- gritó alguien sentado a una mesa de la cantina mientras tomaba zumo de melocotón, o el sucedáneo al que le hubieran puesto ese nombre, más por provocar a unos cuantos soldados con caras largas que había sentados a un par de mesas que por otra cosa.
-¡Salud!- contestamos todos los que nos alegrábamos de su llegada a una sola voz. Todos reímos mientras aquellos individuos mascullaban algo entre dientes. Aquellas provocaciones habían ido disminuyendo su frecuencia en la misma medida en la que se había reducido su trascendencia. Las primeras veces, que tuve el honor de perderme, terminaron en ruidosas peleas con alguna que otra nariz rota y varios arrestos, más tarde sólo eran insultos y amenazas veladas hasta que, finalmente, los unos se resignaron a que la situación actual no iba a cambiar y los otros se aburrieron de jugar a ser niños de parvulario. La luna había pasado a estar mucho más organizada, pero seguía siendo uno de los destinos más aburridos y tranquilos al que podían destinar a uno.
-Soldado 3012E34, acuda a la sala de conferencias seis- sonó por megafonía. Terminé mi bebida de un trago y fui hacia allí mientras todos me miraban con gesto compasivo, algunos creyendo y otros deseando que estuviera en problemas. Fui lo más aprisa que pude sin llegar a correr, en la puerta de la sala me esperaba Ekaterina con semblante sombrío. Caminamos en silencio hasta el sector residencial dos, donde estaban las habitaciones de los oficiales. En cierto momento Ekaterina sacó de su bolsillo una llave y abrió la puerta de una de las habitaciones que, por lo general, se abren marcando un código.
-Anticuado- Afirmé entrando en la habitación tras ella.
-Seguro, mientras no pierdes la llave sabes que no han entrado- me corrigió.
-Siempre pueden forzar la…- el sonido de una puerta blindada de seguridad militar me interrumpió –Si tienen un par de horas para estar peleándose con ella- añadí.
-Acogedor ¿no te parece?- contemplé la sencilla habitación, que contenía sólo aquellos muebles estrictamente necesarios, ninguna comodidad, ningún entretenimiento.
-No te han mandado aquí a domar niños traviesos-
-Muy sagaz y sin embargo muy equivocado- Ekaterina sonrió. –Me mandaron aquí para eso, pero encontré mucho más que un puñado de críos insubordinados y un comandante al mando corrupto, hay un volumen de información saliente muy importante que no está registrada, y lo que es más preocupante, ha sido borrada concienzudamente- comenzó la comandante con tono duro y serio. –No estoy hablando del clásico correo a la novia enviado en horas de patrulla que un soldado elimina torpemente, sino de ficheros enteros, cuyo envío ha sido tapado por un profesional- hubo un par de segundos de silencio.
-Para ser especialista en análisis de terreno entiendes mucho de informática-
-No seas ingenuo, esto lo descubrió un técnico en la tierra analizando los datos, yo sólo lo sospeché- me reprendió cual escolar respondón. –No obstante, las patrullas se hacían mal de una manera demasiado sistemática en algunos puntos. Esto, contrapuesto al caos imperante en líneas generales, despertó mi suspicacia- Ekaterina se emocionó un poco mientras hablaba. –El caso es… que no hay nada que huela más a traidor que alguien que sigue un camino bien marcado en medio del caos- concluyó tras una breve pausa.
-Fascinante ¿dónde entro yo?- pregunté.
-Tengo controladas las altas esferas, allí todo tiene que pasar por mí necesariamente, necesito ojos a ras de suelo. Estoy reuniendo a un pequeño puñado de personas de confianza para que mantengan los ojos abiertos
-Por supuesto… aunque no entiendo demasiado bien qué se puede sacar de espiar este erial dejado de la mano de Dios-
-¿Espionaje?- Ekaterina río. –Héctor, tienes suerte de ser más perspicaz con las cosas que te rodean que con asuntos de estado o te hubieran disparado ya- Después de eso recibí una clave de contacto, otra de coacción, y varios protocolos de actuación.
Mi trabajo como topo fue mucho menos emocionante de lo que en un primer momento me pareció. Aún cunado los primeros días sentí la emoción de los juegos de espías, en seguida se tornó una tarea rutinaria de recolección y resumen de rumores y comentarios de cantina. No obstante desaparecieron varios soldados sin dar demasiadas explicaciones a nadie, simplemente fueron requeridos en la tierra. La tensión se fue acumulando sin llegar a estallar. Personalmente sólo entendí las implicaciones de aquella situación cuando cuadruplicaron la cantidad de munición por persona de patrulla, elevándola hasta la que llevaría un soldado en territorio hostil.
Un saludo.