-Cabo 8857E44 a Control, aquí todo parece normal, solicito informe de situación- oí decir a Evans.
-Aquí Control, en las grabaciones se observa a tres asaltantes bajando, hace dos minutos, de una nave de mercancías en el hangar que se encuentra en ese sector, no iban uniformados pero por la ejecución de sus maniobras asumimos que poseen formación militar avanzada. Procedan con extrema cautela- se oyó la voz de Ekaterina por el comunicador con un temblor frío y secretamente excitado que nunca había oído en ella. –La posición del enemigo es desconocida, la destrucción de varias cámaras de seguridad apunta a que se encuentran al noreste de su posición actual, enviada escuadra de refuerzo- prosiguió sin la menor vacilación. Avanzamos durante algunos minutos hasta encontrarnos con una cámara destruida. Siguiendo el rastro de los estragos llegamos a un pasillo en el que se encontraba una de las entradas a los corredores de mantenimiento. Había en el suelo un charco de una sustancia viscosa que no llegué a identificar. De lejos me pareció grasa de motor o algún compuesto refrigerante salido de su circuito. Tampoco más de cerca, con los pies metidos en él, atiné a identificar aquél líquido pegajoso de un rojo parduzco que goteaba de la compuerta cerrada como caramelo fundido oxidado por algún extraño motivo. Evans me hizo un gesto para que me apartara y abrió la compuerta. Una mano primero, un brazo, y todo un cuerpo después se desparramaron por el suelo sobre lo que sólo entonces entendí que era un charco de sangre. Aquello me dejó impactado hasta palidecer por unos instantes. El acre olor de la sangre coagulada oxidándose al contacto con el aire resultaba opresivo, y su color encarnado contrastaba con la alba palidez del cuerpo sin vida. Todo era nuevo para mí.
-Cabo 8857E44 a Control, localizado el cuerpo de Renardeau, los objetivos se han introducido en los corredores de mantenimiento, solicito instrucciones-
-Aquí Control, interceptar a los objetivos tiene máxima prioridad, corto-
-Ya lo has oído chico- Evans metió la mano en la sangre de Renardeau y me la pasó por la cara. Estaba pegajosa e infinitamente más fría de lo que uno esperaría. Tuve una arcada, pero no moví un solo átomo de mi ser. -¡Despierta soldado! De lo contrario tendrás la misma pinta muy pronto- me gritó Evans.
-Esto es muy diferente de las simulaciones Charles, la gente tiene un aspecto… un olor-
-¿Porqué te metiste en el ejército?- espetó él – ¿Qué esperabas en infantería?-
-Yo…- Evans me miró directamente a los ojos, con un brillo en el fondo de los suyos, el álgido furor del que mata por oficio, sin goce ni padecimiento, sin dudas ni remordimientos.
-¿Vas a dejarme solo?- fue cuanto dijo. La imagen de un amanecer ya muy lejano me devolvió a la realidad de un soplo, no pensaba quedarme de brazos cruzados.
-¡No, señor!- respondí con aplomo. –Sigamos adelante- Evans sonrió y nos metimos en los corredores de mantenimiento, dejando tras nosotros la escotilla cerrada y las hondas de nuestros pasos en el charco de sangre.
Avanzamos sin vacilación durante unos minutos que, al menos a mí, me parecieron horas. Evans había recibido los planos de aquella desconocida sección y había decidido qué ruta seguir a través de la intrincada red de pasillos iluminados en rojo. La adrenalina se disparaba por segundos hasta casi nublarme la vista y anular todo rastro de precaución. Un tenue sonido en la distancia puso en alerta a Evans que me hizo un gesto para que me escondiera en el lado contrario de un cruce en forma de cruz.
-Espera a que pasen y ataca- susurró por el comunicador. Acurrucados en las tinieblas de aquellos pobremente iluminados corredores éramos prácticamente invisibles. Tres sombras cruzaron a toda velocidad frente a mí apenas me hube escondido. Me lancé al ataque en cuanto Evans hizo el ademán. Las descargas atravesaron sus cuerpos mecánicamente antes de que tuvieran tiempo de contestar a nuestros disparos, me gustaría decir lo contrario pero lo cierto es que, encerrados como ratas entre aquellos angostos pasillos, fue más una cuestión de cantidad de munición que de puntería. Evans apenas tiró diez veces, yo por mi parte vacié un cargador entre los cuerpos vivos o no de nuestros adversarios y las paredes de aquel lugar. Por fortuna las descargas láser no rebotan, de lo contrario probablemente me hubiera dado a mí mismo.
-Menudo novato estás hecho chico- se burló Evans mientras cambiaba el cargador.
–Ponlo en modo ráfaga antes de que le abras un agujero a la base soldado- añadió.
-Me cuesta mucho ver al padrazo que yo conozco en el frío asesino que eres ahora-
-La flema británica supongo- dijo mientras disparaba a las cabezas de los caídos con sus propias armas. -¿Por quien crees que lucho chico?- añadió casi en un susurro mientras se llevaba las manos a la foto en su pecho.-Cabo 8857E44 a Control, objetivos neutralizados, no había identificaciones, pero a juzgar por los fusiles L-783 y los chalecos ligeros de combate diría que son exploradores de la confederación de lunas de Júpiter, llevaban un escorpión en el brazo cambio- explicó Evans mientras me hacía un gesto para que le siguiera hasta la salida más cercana.
-Eran mercenarios de élite, oficialmente son un grupo paramilitar pseudo-terrorista sin ninguna vinculación a nada más que al dinero de sus clientes. La confederación les contrata cuando necesita hacer un trabajo y quedar con las manos limpias- explicó Ekaterina por el canal privado. –Enviaré técnicos a investigar, permaneced alerta- añadió en abierto.
-Evans…- aventuré algo cohibido. –Siento lo de antes, me acobardé como un estúpido-
-Mientras te aferres a la vida y te sigas moviendo, llegarás a ser un buen soldado. Por lo demás, todos hemos sido novatos alguna vez, chico- Sonrió el cabo. Una gigantesca explosión terminó con el feliz ambiente imperante de un plumazo.