Ya en casa el olor de la cena dio la bienvenida a Elías con considerable efusividad. Los tulipanes estaban sobre la mesa del comedor, donde una cena para dos le esperaba.
-No tenías que haberme esperado tonta- saludó Elías a Mila, que trataba de sorprenderle con un abrazo por la espalda.
-Tampoco podía comer sin ti, y sólo has tardado una hora más de la cuenta-
-El trabajo ha sido más rápido de lo esperado- mintió Elías que se tenía prohibido llegar excesivamente tarde a casa con independencia de las circunstancias.
La cena resultó, como siempre, excelente. Mila y él intercambiaron quejas y anécdotas sobre sus respectivos trabajos.
-Sigues sin saber comer como una mujer delicada- sonrió Elías contemplando a Mila.
-Alguien habrá que quiera a una mujer desastrosa- le devolvió la sonrisa Mila.
-Por suerte para mí sólo un hombre lo haría-
-¡Que te lo crees tú! Tienes suerte de que esta mujer desastrosa te eligiera- Mila le sacó la lengua a Elías y se fue hacia la cocina. En ese momento el teléfono sonó.
-¿Diga?- contestó Elías extrañado por lo intempestuoso de la hora.
-¿Cómo va todo?- saludó el doctor en tono amistoso.
-No esperaba volver a hablar contigo-
-Quería darte unas últimas recomendaciones- ambos rieron. –Sólo quería despedirme-
-Para alguien que hubiera preferido que se quedara…-
-Ya sabes, el juramento hipocrático, tenía que ayudar- el doctor parecía algo decaído.
-Gracias, sin ti Jacqueline me hubiera vuelto loco del todo-
-Nah, soy parte de ti, sólo la encarnación de tu voluntad de seguir adelante- el doctor sonaba tan profesional como siempre. –Por cierto, el detective te envía saludos-
-¿El detective?-
-Te gustaron sus libros ¿no?-
-Sin duda, aunque no soy capaz de recordar su nombre ni el de su femme fatale-
-Bernie Jones y Jacqueline Rosemary-
-Casi me da pena, me cayó bien- Elías sonrió.
ly: book antiqua,palatino; font-size: medium;»> -Hazle un favor, y déjale vivir ni que sea por escrito- la llamada se cortó.
-¿Piensas marcar o es simplemente que adoras el tono de línea?- Mila le miraba desde la puerta, llevando en sus manos lo que parecía un delicioso postre no identificado.
-Era el doctor, quería despedirse- Elías colgó el teléfono, que seguía pitando.
-Un buen hombre, por así decirlo, lástima que no tenga nombre- Sentenció Mila empezando a servir el dulce postre que Elías seguía sin identificar.
-Claro que lo tiene, se llama Doc.- ambos se sentaron y empezaron a comer.
En el bar los personajes habían comenzado a desaparecer, irónicamente, en el orden inverso en el que habían aparecido. Ya sólo quedaban los más habituales: Jacqueline, Bernie el detective, el camarero, 17/3 y, para exasperación de Jacqueline, la mirada sin cuerpo. Las luces del local gritaban desesperadas y deslucidas, con menor intensidad que nunca.
-Maldita sea- Jacqueline golpeó la mesa con fuerza y se sentó a la barra.
-No hay más que hacer, acéptalo princesa- la saludó el detective con su sempiterno whisky con hielo en una mano.
-Cállate maldito imbécil- le gritó al borde del llanto.
-Te dije que sería antes de mitad de mes Doc.- dijo el detective a la mirada incorpórea, que llamaba por teléfono aún sin tener manos.
-Cierto, te debo una- ambos alzaron sus copas y bebieron.
-Tú eres… todo es culpa tuya- Jacqueline se acercó al doctor, que, inmerso en su conversación, la ignoraba por completo.
-Vamos cielo, te metiste tú sola en la guerra ¿Qué esperabas? El chico está enamorado de otra, a su cobardía debes tu existencia- dijo el detective esquivando la homicida mirada de Jacqueline. –Al lanzarte sobre él como una loba hambrienta le quisiste hacer caer demasiado rápido y se defendió, expulsándote- prosiguió el Bernie con su endogámica conversación. –En cierto sentido tu vehemencia era el poder de nuestro incorpóreo amigo- El doctor colgó y soltó un suspiro –Pero ahora ya da igual- concluyó el detective al tiempo que uno de los paneles de madera de la pared se atomizaba.
Jacqueline miró a su alrededor aterrada mientras todo se iba desintegrando, desvaneciendo en realidad. Sólo el camarero compartía su horror. Bernie y el doctor contemplaban sendos vasos con resignación, 17/3 por su parte reía estrepitosamente.
-Por fin se va a terminar, seis, seis, seis- fue cuanto dijo antes de empezar a tocar con su saxofón una de esas canciones melancólicas de final de película de serie B.
-¿Tú sabías que esto iba a pasar?- le gritó Jacqueline acercándose a él.
-Soy un detective estereotipado, vivo de saber estas cosas-
-¿Por qué no lo impediste?- preguntó con lágrimas asomando a sus ojos, menos helados de lo que le hubiera gustado reconocer.
-No me hubiera atrevido a interponerme en tu camino- respondió él con la mirada de un amante abandonado.
-¿Por qué no me avisaste?- Ya quedaba sólo un tenue hilo quebradizo, débil y lloroso, del torrente de voz de Jacqueline. El camarero y la barra habían desaparecido.
-¿Conoces algún detective estereotipado que desvele la trama antes del final?-
-Al final vas a resultar algo menos estúpido de lo que yo creía-
-¿Bailamos?- le propuso tendiéndole la mano al tiempo que se iniciaba una canción de Jazz. Jacqueline tomo la firme mano del detective y bailó con él, íntimamente, llorando a la vez que le abrazaba y, cerrando los ojos, aceptó con un suspiro el póstumo vacío.
(07/06/11)