Autopsia de “Una sonrisa clavada en el alma”

Curiosidades: Almibarado es una palabra que conseguí, gracias a un esfuerzo cuasi sobre humano, que mi crítico odiara con todo su corazón. Creo haber dicho ya alguna vez que hay temporadas en las que me obsesiono con alguna palabra, a menudo alguna que haya aprendido recientemente y que me haya caído en gracia por algún oscuro y misterioso motivo. Cuando ello sucede, dicha palabra se convierte en omnipresente en mi poesía durante un período de tiempo indeterminado, normalmente alrededor d e un mes. Pasado ese tiempo o bien desaparecen o bien se convierten en una palabra más de las muchas que utilizo con relativa frecuencia, como por ejemplo baldía. Pues bien, almibarado es una de esas palabras, concretamente de este último verano.

Los nexos del poema están sacados de la serie Utena un anime que en mi pubertad gozaba de cierto éxito y que personalmente me gustó mucho. En cada episodio de dicha serie, hacia el final, aparecían un par de personajillos que charlaban aparentemente sin sentido, pero que en realidad estaban narrando la dimensión emocional del episodio de turno. Pues bien, estos personajillos, dos chicas en realidad, siempre terminaban con un refrán japonés, cuya traducción en la versión que yo vi era “¿Quién sabe? ¿Quién sabe? ¿Pudiera ser que…?” En fin… no me preguntéis por qué, pero me parecía que venía a cuento en el poema así que lo puse. Dimensión emocional del episodio de turno… No es ningún gran misterio si lo vinculamos a lo que comentaba en el párrafo anterior ¿verdad?

La estrofa que habla de poemas sobre una mesa de trigo y de un viejo que trae la vida bajo el brazo es una referencia a otro poema, cuyo resultado final no me agradó demasiado pese a que la idea original sí, que escribí hace bastante tiempo. No sabría decir muy bien por qué me volvió a la cabeza ese poema mientras escribía este. Quizás porque también trata de los sueños que no se cumplen y las absurdas esperanzas. No es que tenga una gran relevancia, pero me pareció un detalle gracioso.

Por último, dedicarle la palabra nocturnal a la mujer que me la descubrió, si bien no diré su nombre ni daré particulares datos de ella, vuelvo al tema de los problemas en los que se mete uno por bocazas. Hace poco leí un puñado de poemas de esta mujer, en uno de ellos aparecía esta palabra, que yo desconocía pero que el diccionario da por buena.

Y esto es todo. Espero que hayáis disfrutado tanto del poema como de la autopsia que llega a su fin. Tened un buen fin de semana.


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