Cínico rió el poeta en la lejanía.
Ardua como tantas otras fue la batalla,
Espadas y fuego, príncipes y dragones,
Recias las verdes escamas, fulgente la armadura,
Luchando incansables como arcanos gladiadores
Hasta que, como acostumbra, cayó muerta la criatura
Abatida entre fuego y espadas.
Tomó así pues el príncipe la rosa y la besó
Y al rozar sus pétalos estos se hicieron viento,
Y el viento se hizo mujer,
Mujer delicada, caoba de crin y mirar en silencio
Mujer de hermoso tallo y delicado gesto,
Mujer como solo lo es la Rosa, mujer.
Cínico rió el poeta en la lejanía.
Mientras las manos del caballero se tornaban garras,
Los ardientes labios rezumaban fuego
Su mente se nublaba y le brotaban alas
Y se convertía en un dragón loco y prisionero.
Y la mujer, con una sumisa mirada serena
Se tornaba de nuevo rosa, de nuevo cautiva,
De nuevo esperando al príncipe que viniera
Dispuesto a entregarle, en una rosa la vida.
Nostálgico el poeta se puso a silbar
Pues es cierto que le aterra enamorase
De la sirena, la dríade, y la princesa encerrada,
Pues todo poeta sabe
Que no se deben besar jamás
Los pétalos de una rosa encantada.
Y es que el poeta sabe cómo nacen los dragones,
Y son ellos quienes escriben, mentiras al final del cuento.
(12/01/11)
😉