Punta de lanza

En la celda sólo había un camastro collado a la pared y una potente luz fluorescente colgada del techo, no era particularmente amplio, pero no era el peor en el que había estado. Habiendo terminado ya su actuación Héctor se dispuso a meditar, ver a viejos amigos, y obtener así algo de equipo.

Pasaron un par de horas hasta que la puerta se abrió y apareció la oficial de comunicaciones, que le miró, sentado en el suelo en posición de loto, más sorprendida que asqueada.
-El Fénix Azul- saludó la oficial con cierta sorna. –Para ser un famoso piloto disparabas como si no tuvieras sistema de apoyo al blanco- se burló.
-Sí, exactamente igual que si no lo tuviera- Saludó Héctor. –De todos modos tampoco hacía falta que me dieras tan fuerte, casi me saltas un diente-
-Tú te exaltaste con ese rollo político ¿Quién diría que eres un frío mercenario?-
-Te toqué una fibra sensible con lo de la maternidad ¿Eh? Disculpa, no puedo evitar ser insolente cuando estoy esposado, una vieja manía sexual- rió Héctor. La segunda le lanzó un uniforme de técnico de bajo grado y Héctor empezó a cambiarse. –De todos modos ¿Porqué no tenéis cámaras en las celdas de detención?-
-¿Para qué? Después de pasar por los rayos x no es como si pudieras traer algo con lo que escaparte- En ese momento Héctor cogió del suelo una pequeña mochila y un cinturón con bolsillos que la segunda no había traído -¿Cómo has…?-
-Cosas de renacer de las cenizas, por cierto ¿te llamas?- le guiñó un ojo Héctor.
-Rosa, no creo que haga falta dar apellidos- Esta se asomó al pasillo de la zona de detención. –Todo despejado ¡Vamos!- Héctor la siguió en silencio hasta que salieron de la zona de detención, no se cruzaron con nadie hasta que ya se habían alejado un poco.
-Un placer trabajar contigo por cierto, normalmente me tocan pedantes altivos-
-¿Quiere eso decir que trabajas solo?-
-Algo así- Héctor soltó una carcajada –Vamos al grano, sala de seguridad de esta sección- Rosa asintió y emprendieron el camino, Héctor un paso por detrás en actitud servicial y sumisa. Nadie les prestó particular atención, una oficial de comunicaciones con un técnico asustado sólo podía querer decir que alguien había estado enviando o recibiendo más datos de los debidos, y nadie iba a entorpecer su trabajo. Al llegar a la sala que manejaba las cámaras de seguridad de la sección de la nave que les interesaba, cosa que les llevó casi veinte minutos, Rosa marcó el número en el panel de seguridad y ambos entraron en la sala.
-No nos han informado de que fuera a venir nadie- espetó uno de los pálidos sujetos que habitaban aquel lugar a modo de cordial saludo.
-Tenemos los códigos ¿no?- respondió Rosa.
-Mataré al imbécil de Stefanson, van tres informes que se le pasan este mes- el sujeto se acercó a Rosa con gesto torpe y paso vacilante -Y tú quien… en ese momento el individuo reparó, pese a la relativa oscuridad del lugar, en el gran número de galones que colgaban del uniforme de Rosa –Haced lo que tengáis que hacer- el hombrecillo volvió a su asiento, reprimiendo su libido, y fijó su vista en las cámaras. El resto de técnicos encargados de las cámaras seguían en su puesto, sin inmutarse siquiera por la discusión.
Héctor dejó pasar unos segundos para que todo el mundo volviera a estar sumergido en sus quehaceres, mirando fijamente sus pantallas los unos de espaldas a los otros. En ese momento se acercó al primero de los técnicos, sentado en su puesto y cercenó en un movimiento silencioso y limpio, al menos comparado con un disparo a bocajarro, la vida del técnico. Tras terminar de esta forma con todos los presentes, a excepción por supuesto de Rosa y de él mismo, se acercó a una de las terminales e introdujo una memoria que sacó de su cinturón en el ordenador. Héctor tecleó le código de su comunicador en la consola, y se quedó en silencio, limpiando su cuchillo contra la ropa del maleducado que les había recibido.

(Sigue…)


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