-Bueno pues ya…-Héctor vio los ojos de Rosa, abiertos como platos mirando la sangre de los operarios amontonarse formando charcos bajo sus asientos.
-No eres soldado ¿eh?- Héctor se puso frente a Rosa, bloqueándole la vista de los cuerpos, esta permaneció inmóvil un par de segundos.
-Piloto y técnico de comunicaciones- La sangre, el olor…son…-
-Ya tengo más pinta de frío mercenario ¿Verdad?- dijo Héctor. –A todo se acostumbra el ser humano…yo…-
-Si no os vais a besar, estaría bien continuar con la misión- sonó en el cinturón de Héctor. Este se puso el comunicador en el oído y murmuró algo en voz baja.
-Recuérdame por qué te ayudo, siempre eres un borde- sonó por el comunicador.
-Porque vas a vender la información que saques en el mercado negro, y me necesitas-
-Eso es secundario, lo hago por amistad, por los viejos tiempos-
-En los viejos tiempos estábamos en bandos opuestos-
-Pues eso, verte corretear dependiendo de mí para que no te maten me compensa el hecho de que casi me mates en la guerra-
-No seas cruel, soy tu antiguo enemigo, no tu ex-novia- ambos rieron.
-Podéis dejar las bromas para cuando no estemos rodeados de…-
-Perdona princesa, pero dentro de cada caza que derribaste venía uno- respondió Héctor secamente al tiempo tecleaba algo en una de las consolas.
-Es diferente- Rosa contempló la mirada vacía de uno de los cuerpos.
-Sí, de lejos se ven más pequeños- zanjó él. –En fin, al grano, sala de seguridad informática- Héctor cogió a rosa del brazo y ambos salieron de la sala. Ya en el pasillo Rosa no tardó en recuperarla compostura. Ambos recorrieron los pasillos en el más estricto silencio, pasando entre la multitud anónima que recorría los pasillos inmersa en sus quehaceres. En la sala de informática no había nadie, cada hora un equipo de técnicos revisaba los registros en busca de algún indicio sospechoso, pero la mayor parte del tiempo era un proceso automatizado. Héctor sacó de su mochila un dispositivo de mediano tamaño que Rosa no supo identificar y lo conectó a una de las terminales, dejándolo escondido tras una mesa.
-Todo listo, te dejamos esto a ti- dijo Héctor por el comunicador.
-Esto es muy poco emocionante- Se quejó rosa de camino a la salida-
-Agradécelo, no aguantaríamos mucho en un combate contra armas de fuego-
-Ya pero aún así, destruir un destructor… pensaba que habría más acción-
-Vamos al generador, teniendo en cuenta que eres un topo has visto muchas películas-
-¿Generador? Eso no entra en el plan- Espetó rosa parándose en seco.
-Entra en mi plan- Héctor miró a Rosa a los ojos y supo que no se negaría. –Además, te prometo que esto será mucho más emocionante- Ambos salieron de la sala informática.
La zona circundante al generador de energía era de las más tranquilas, lejos de las zonas de ocio y de la mayoría de puestos, de trabajo, era el lugar que las parejas en ciernes escogían para dar paseos íntimos, o hacer manitas cuando no se tiene suficiente intimidad como para invitar al otro a la propia habitación. Las cámaras de seguridad le recordaban a Rosa el horror de aquella sala que habían dejado hacía casi media hora, y casi podía oler la sangre en la yema de sus dedos, aún sin haberla tocado.
-Establece un perímetro discretamente quieres- dijo Héctor por el comunicador.
-Lo estoy haciendo, es una zona tranquila, así que nadie se da cuenta si cierras unas cuantas puertas- respondió el comunicador –En poco rato tendré el control de los sistemas, es increíble la poca seguridad que hay por aquí-
-Sí, con sólo infiltrarse físicamente y matar a varias personas lo tienes todo hecho- en ese momento se cruzaron Rosa y Héctor con una pareja, que les miró sin entender nada de lo que decían, y rieron pensando que era alguna broma privada de amantes. Héctor pasó la mano por la cintura de Rosa, cogiéndola con más firmeza quizás de la imprescindible para el papel.
-¿Puede saberse qué haces?- preguntó Rosa sin apartarse.
-Disimular, esto es una zona para escarceos ¿no?- Mintió Héctor.
-Ya, disimula medio centímetro más abajo y estás muerto- Gruñó Rosa con una tenue sonrisa. Así llegaron al generador, dándose cuenta de que las puertas se cerraban y abrían a su alrededor como por ensalmo.